Hacia una ética de la T(t)ierra
«Desdichadamente la aniquilación bélica no agota la capacidad destructiva del hombre actual. Otra dimensión se refiere no ya a nuestras relaciones interhumanas, sino a las que la humanidad establece con la naturaleza. Ambas, sin duda, se encuentran estrechamente intercomunicadas y nos conducen hacia el ánima depredadora de nuestra cultura. Resultan muy significativas, al respecto, unas palabras de Everett Mendelsohn [...]: "[...] cabe recordar, por ejemplo, la imagen popular de San Francisco de Asís, por un lado, que hablaba al árbol antes de cortarlo y que pedía perdón al espíritu que lo habitaba, por otro, la imagen de los ejércitos industriales del siglo XX deshaciendo una montaña para extraer el carbón que encerraba en sus entrañas, sin plantearse ninguna pregunta sobre la posibilidad de que los seres humanos tuvieran derecho a actuar así. [...] No es preciso interpretar la realidad natural en términos animistas [...] para descubrirnos en una relación ética con ella. Bastaría con dirigir la mirada hacia dos grandes horizontes, uno de ellos ético, el otro antropológico. En primer lugar, considerando que el ámbito de la ética no se cierra en el círculo de lo personal, sino que se refiere, aun más profunda y gravemente, a nuestra posición ante la realidad, ante el ser. [...] por otra parte, hay que recuperar nuestra concepción de seres naturales, percatarse, frente a la falsificación de la modernidad industrial, de que la naturaleza forma parte de nuestro propio ser»; [pp. 37-38].
Texto 4
El modo de vida occidental actual: un privilegio de depredación sostenido por una propaganda tecnocéntrica
«A medida que por la violencia iba imponiéndose al resto del mundo, elaboraba Occidente su propia mitología justificativa y exaltadora. Tradicionalmente se viene hablando de los valores espirituales que tal sector humano encarna y le convierten en un mensajero de doctrinas y formas de vida superiores. Fue así, primero, el cristianismo, llevado con frecuencia de un modo muy poco evangélico a sangre y fuego hasta otras tierras. Después, triunfante la secularización, se autoproclama Occidente el paraíso y el paladín de los Derechos Humanos, de la democracia y de la libertad, del humanismo. Mas, a la postre, en un economicismo creciente y significativo, lo que definitivamente se impone como raíz de nuestro orgullo es el nivel de vida y las formas materiales de existencia que exhiben los países desarrollados. Frente a las multitudes desarrapadas, hambrientas, analfabetas, se yergue el hombre occidental, vigoroso, educado, rodeado por los bienes que la civilización le entrega, desde el automóvil al electrodoméstico, desde el ocio enriquecido por cachivaches múltiples, hasta el trabajo servido por infraestructuras. Y se pretende que este gigantesco desnivel de vida entre unos y otros es resultado de las virtudes históricas del hombre occidental, de su inteligencia y de su capacidad de trabajo, de su ética, en una perspectiva etnocéntrica; y en la dimensión político-económica de las excelencias del capitalismo. Incluso, rizando el rizo, se perfila el gesto paternalista con el que el hombre occidental querría extender su modo de vida a las sociedades inferiores, hacerlas partícipes de su felicidad... Lo malo es que aquellos hombres indolentes, de pieles extrañamente coloreadas y capacidades intelectuales reducidas, generalmente dotados de inferiores tallas, que pueblan la mayoría del planeta se revelan incapaces de nuestras excelencias. ¡Qué le vamos a hacer! La mordedura anímica de este discurso sobre la humanidad actual es incuestionable. Ha penetrado hasta el tuétano no sólo narcisísticamente las almas occidentales, sino desmoralizadoramente también a los reprimidos. [...] Hoy día asistimos a un manejo verdaderamente terrorista del discurso económico occidentalista por parte de las mentalidades conservadoras [...]. Estamos en presencia de un producto cuidadosamente preparado. [...] Se pretende así [...] que el criterio supremo para valorar una civilización se encuentra en el número de automóviles, televisores, teléfonos, electrodomésticos, embarcaciones de recreo, etc, etc... es decir, en su incorporación al consumo industrial. [...] Así nuestra civilización trata de erigirse despóticamente en medida del hombre [...]. Ahora bien, ¿qué ocurriría si realmente tal estilo de vida en el orden material se extendiera sobre la totalidad de la humanidad? La respuesta es clara: sobrevendría el colapso. Se mostraría su inviabilidad a escala mundial»; [pp. 49-53].
Texto 5
Hipocresía, voracidad y vocación reaccionaria de los poderes fácticos en las sociedades occidentales
«Naturalmente la hipocresía oficial no tiene inconveniente en adornarse con los gloriosos nombres de los pensadores críticos, arrojar flores en los centenarios sobre los sepulcros de aquellos que normalmente en vida fueron perseguidos o marginados, como lo siguen siendo sus continuadores, que, aún no enterrados en el pasado, amenazan en el presente. Con tales maniobras, nuestro mundo trata de justificarse como exponente de riqueza intelectual, de tolerancia y de libertad, aspira a derramar el agua lustral sobre su mala conciencia para continuar imperturbable su trayectoria histórica. Una trayectoria en la cual Occidente se caracteriza como la cultura más eficazmente depredadora de hombres y de recursos naturales, a través de una utilización pervertida de las posibilidades científicas y tecnológicas. [...] Y hay que describir la verdad en sus términos exactos. Esta es la de un modo de vida, el propio del industrialismo capitalista pero occidental que, vorazmente ávido de recursos, necesita extender sus tentáculos sobre toda la tierra. Las necesidades de materias primas, de mercados y de rutas, por las cuales el comercio enriquecedor circula, definirán una visión de nuestro planeta en que se inmola a cualquier valor ajeno a tales urgencias. Se sateliza todo el resto de la humanidad, imponiendo a la mayoría de los estados que constituyen el mundo la economía y la conducción política que se conforme, heterónomamente, según los intereses de las metrópolis occidentales, alienando sus problemáticas propias. Entonces los tan cacareados derechos humanos, las formas democráticas de vida, la libertad, quedarán confinadas en el reducto del sector dominante. En él, en efecto, los intereses establecidos son capaces de manejar tales situaciones y, cuando ello no ocurriere, cabe el recurso a las formas fascistas de gobierno. [...] asistimos a las más diversas estrategias manipuladoras. Unas veces se tratará de la corrupción de las minorías dirigentes, de las "burguesías compradoras", en la terminología de Poulantzas, que se encargarán de reprimir al propio pueblo, y si ocurriere que tales minorías se muestren indóciles, cual pudiera ser el caso de la socialdemocracia en España, entonces se recurrirá al chantaje y la presión; finalmente, si aun tales acciones no resultan eficaces, entraremos ya en la violencia del golpe de Estado ―como ocurrió con Allende― o en la intervención militar directa para conseguir gobiernos que fielmente obedezcan a los intereses dominantes. Y para ello es necesario el poderío militar, el armamento cada vez más exigente económicamente. Es una reacción en cadena, un vértigo, que progresivamente nos aleja de nuestra verdadera realidad humana y telúrica, de nuestras posibilidades, y nos hace pensar si no acabaremos extinguiéndonos como los grandes saurios, con una catástrofe que en nuestro caso arrastrará a la de toda la vida sobre el planeta»; [pp. 59-61].
Carlos París Amador (1925-2014).
Texto 6
El nuevo eje dimensional sobre el que pivotan las sociedades capitalistas avanzadas es el consumo
«[...] el concepto de alienación ha experimentado profundas transformaciones respecto a la época de Marx. No se produce la pauperización en el proletariado interior de los países capitalistas avanzados, aquella siniestra dinámica señalada en "Los Manuscritos", según la cual el obrero en la medida en que crea más riquezas, labra también más intensamente su propia miseria. Por el contrario, la producción masiva de bienes de consumo duraderos hace que las masas accedan ―aunque sea con una inferior categoría― al disfrute de realidades y modos de vida antes reservados a las minorías. La coyuntura, en efecto, ofrece la posibilidad de un reparto de la plusvalía obtenida en la explotación internacional de los países subdesarrollados. Además la estructura de la población activa señala un desplazamiento del proletariado industrial ―y aún más del agrícola― en favor del crecimiento correspondiente al sector de servicios. La jornada de trabajo se ha ido reduciendo, a consecuencia de las luchas sociales, así como del mismo desarrollo tecnológico y el aumento de capital constante. [...] Sobre estos hechos se levantará toda una nueva mitología de la sociedad capitalista avanzada. En ella se impone la imagen del bazar sobre la de la fábrica, cual símbolo del progreso humano, y como rito, como acto social central, la adquisición, incesantemente renovada, y el consumo. [...] y verdaderamente el bazar es lo común, la nueva koiné, el gran simposium de todos los ciudadanos, la comunión secularizada y unificante a diferencia del trabajo que enfrenta intereses y grupos. [...] lo que condiciona la aceptación social, la respetabilidad [...] es la posesión de los bienes normativos, el nivel de consumo, el coche, el televisor, el chalet o el apartamento, las tarjetas de crédito. Más allá se dibuja una especie de poder anónimo que nos entrega los frutos del nuevo paraíso, siempre, claro es, que no nos acerquemos al árbol del bien y del mal, del ejercicio crítico y la realización de nuestra libertad»; [pp. 104-106].
Texto 7
Racionalidad cortoplacista del capitalismo y proliferación de la mediocridad material
«[...] se nos revela la irracionalidad de la planificación de cara a un futuro dilatado. Mandel ha considerado característica del capitalismo su racionalidad inmediata a corto plazo, contrapuntada por la irracionalidad a largo plazo. Contemplemos así el espectáculo de la crisis: [...] los stocks de pseudobienes de consumo duradero, como los automóviles que se almacenan sin salida en las fábricas, y que, cuando, por fin, traspasan sus muros y tratan de rodar, no lo consiguen, apiñados en las calles de ciudades babélicas que se han hecho inhabitables. Curiosamente, después de lanzar un producto, el coche, [...] hay que restringir el uso de los vehículos y abrir zonas peatonales. Tras conseguir motores capaces de altísimas velocidades, nos vemos obligados a promulgar disposiciones limitando éstas. [...] se han materializado decisiones guiadas sólo por el beneficio momentáneo [...]. Una irracionalidad cuya expresión más cumplida residiría en el hecho de que, mientras la mayoría de la humanidad desarrollaba su vida en condiciones precarias, en un sector de ella se fabricaban productos categorizables como lujosos o superfluos, secundarios, en todo caso, desde el punto de vista de las necesidades humanas básicas, y que además constituían soluciones frecuentemente inadecuadas a tales necesidades. Situación producida al privatizar los medios con que responder a problemas colectivos en una sociedad de masas. [...] Para colmo la calidad de los productos industriales se revela cada vez más deficiente en importantes sectores. La sobreproducción acabó imponiendo la obsolescencia planificada, el cálculo de la caducidad [...] [y] la fabricación de lo detestable. Son los "artículos de pacotilla" [...]. [...] toda nuestra cacharrería se precipita en el pozo de la mediocridad general»; [pp. 126-129].
Texto 8
Violencia individual, paro y delincuencia en las sociedades de consumo
«[...] es la violencia algo consustancial a la civilización capitalista occidental y su patriarcado. [...] Efectivamente, asistimos a una verdadera epidemia de actos individuales de violencia en todo el mundo de las sociedades industriales. Violaciones, asaltos, atracos, o, en tono menor pero significativo, codazos, groserías [...]. La humanidad parece dividirse en víctimas y verdugos, aunque, cuando menos lo esperamos, los papeles se invierten y la anterior víctima, si las circunstancias son propicias, se convierte en verdugo. A la degradación de los productos industriales, anteriormente comentada, se añade una degradación del material humano mucho más inquietante. En cierta forma es el triunfo de la barbarie, que Marx preveía como única alternativa al socialismo. Marvin Harris ha estudiado la peculiar intensidad de este fenómeno en la vida norteamericana, donde alcanza una verdadera cúspide tanto en relación a los actos de delincuencia como a las cifras carcelarias. [...] En este sentido resulta decisivo comprender la tensión esquizofrénica que desgarra nuestro mundo, aquel al cual la juventud ―mayoritariamente protagonista de la pequeña delincuencia― es arrojada. Por una parte sigue viviendo el espectáculo [...] del consumo. Es el escenario que se abre desde las pantallas de televisión sobre la vida de las grandes familias norteamericanas; son los vehículos lujosos en la calle y los anuncios incitadores, los escaparates rebosantes de artículos tentadores, todo el espectáculo de que se gloria nuestra civilización, desplegando la fantasía de imágenes sugestivas, que contrasta, empero, con la evidencia de los bolsillos exangües del parado. [...] Carente [...] de una perspectiva solidaria, el parado maduro se hunde en la depresión, el joven tira por la calle de en medio, consigue mediante la violencia aquello que una sociedad no menos violenta le niega. La tecnología actual de vehículos y armas, las dimensiones de la gran ciudad facilitarán el asalto veloz y la huída. Y ello le aporta, además, al delincuente juvenil el gozo de la acción, la identificación con la aventura cuyas imágenes llenan las pantallas, contrastando con la monotonía cotidiana. También la afirmación de sí mismo, aunque sea de una forma particularmente degradada. Es el placer de atemorizar y [...] de sentirse momentáneamente dominante, superior [...], de enfrentarse, incluso, con el poderoso Estado, cuando hacen su aparición los representantes del orden público. En otra vía, aunque reforzándose ambas reacciones, cabe el escape hacia el mundo de la droga, cuya disponibilidad supone nueva motivación para la delincuencia. Finalmente, la cárcel instituye el adiestramiento y titulación para un modo de vida ya definitivo. Y que sería inadecuado calificar como marginal, ya que, muy por el contrario, forma parte del sistema propio de la sociedad en crisis y, curiosamente, de su estabilidad»; [pp. 143-148].
Texto 9
Promoción de la conciencia de inseguridad por parte del "Estado guardián"
«La verdad es que la delincuencia sirve muy eficazmente a la estabilidad del poder y a su evolución hacia formas crecientemente autoritarias en una sociedad de escasez. Cuando ya no se pueden proporcionar al ciudadano excesivos bienes y servicios, gratificantes e integradores, por lo menos se pretende que éste demande su seguridad, que aspire a salvar su integridad física, su tranquilidad. [...] lo que aparece sumamente evidente es la manipulación del tema de la inseguridad, una vez surgida. La conciencia de inseguridad es promocionada de cara a los ciudadanos pertenecientes a las clases instaladas. Se programa fomentar el ciudadano medroso, aterrado. [...] Todo un mundo de mensajes conspira, entonces, para crear un entorno de terror, circundando al ciudadano medio. Se ve éste acosado por peligros múltiples, desde el asalto individual hasta la subversión, que dará al traste con sus bienes e integridad [...]. El caso es que el nuevo ciudadano consume en las industrias de seguridad, cuyo auge es significativo. [...] Al final acaba apoyando los gastos de armamento, que le defiendan del Enemigo, así como la proliferación de nuevas armas. Sobre todo se trata de conseguir que no pida ya el Estado Benefactor ―se van recortando los gastos sociales y se propugna la ideología neoliberal, en operación complementaria― sino el Estado Guardián»; [pp. 149-150].
Texto 10
Incitación hedonista del consumo y negación del principio de realidad
«El mundo de la crisis hereda del inmediatamente anterior el hedonismo, la incitación al consumo y al lujo, pero en grandes zonas sociales [...] no pueden satisfacerse tales aspiraciones, por lo tanto se convierte en un mundo frustrante. [...] La contradicción objetiva que vemos desplegarse entre las posibilidades de la oferta y la demanda se corresponde con la vivencia esquizofrénica [...] entre la incitación hedonista al consumo, experimentada por el ciudadano, y la impotencia, más o menos intensa, para la satisfacción. Entre el deseo atizado y el “principio de realidad”. Pero en todo caso, la demanda, la avidez de productos, tiene que seguir mantenida, una contradicción no haría sino agravar la crisis. Por añadidura se dan razones ideológicas y psicológicas que favorecen la continuidad de los hábitos hedonistas. Abandonar la fantasía de la opulencia supondría una confesión de fracaso [...]. Consiguientemente, la actual sociedad necesita mantener la imagen de la crisis como una tormenta pasajera. [...] Psicológicamente, además, resulta mucho más cómodo deslizarse desde una moral del ahorro y la austeridad, propia del primer capitalismo, a una exaltación hedonista del consumo, que rehacer este camino en sentido inverso. Los hábitos adquiridos no son fácilmente reversibles»; [pp. 152-153].
Texto 11
Desestabilización laboral y fragmentación social
«[...] una clave decisiva de la nueva sociedad viene dada por la desarticulación de los lazos sociales, desde el dominio laboral hasta aquel en que nuestras relaciones personales se desenvuelven [...]. Arrancando del mundo laboral, es evidente que la estructura del actual mercado de trabajo se caracteriza [...] por su encogimiento y su dispersión caotizante. [...] Mas a ella debemos añadir la reestructuración tecnológica, que a través de la robotización y mecanización busca aumentar la productividad, en la dinámica ya descrita por Marx, incrementando el capital constante ―el equipamiento cada vez más perfecto― y disminuyendo el capital variable ―o sea, la fuerza de trabajo humana― para elevar la plusvalía relativa. Finalmente, [...] el paro ha representado un arma histórica de las clases dominantes en sus intentos de domesticar a los trabajadores. Ahora bien, la penuria del mercado de trabajo no actúa como una espada que divida tajante, contundentemente la realidad laboral en trabajadores y parados. Hoy día es más bien un prisma, cuya capacidad de difracción proyecta un amplio espectro de situaciones. La lógica bivalente paro-trabajo ha sido sustituida por una serie de transiciones a través de las formas de trabajo eventual, parcial, domiciliario, bien dentro de una economía sumergida, bien institucionalizadas [...]. Las consecuencias de este estado de cosas son múltiples y decisivas [...]. Ante todo se instituye una forma de inseguridad local ―en el trabajo y sus consiguientes posibilidades vitales― mucho más radical y amplia aún que la tan cacareada "inseguridad ciudadana". Por otra parte, se erosiona la unidad solidaria del mundo laboral y sus capacidades de acción conjunta [...]. No sólo es esto. La visión de la propia vida, con sus posibilidades de estabilidad y organización como proyecto, queda profundamente afectada. Al brincar cual una corza del trabajo al paro y de éste a una ocupación eventual, al programar con unos meses de esfuerzo lo que serán los ulteriores de forzada holganza, mujeres y hombres adquieren el hábito de vivir "a salto de mata". [...] Nuestro mundo pretende ser expresión de la racionalidad, de la organización, y sólo ofrece a gran parte de sus ciudadanos la peripecia sórdida de peregrinar tras un puesto de trabajo. Ineluctablemente se produce una pérdida de profesionalidad, de la ética laboral, que supone continuidad y maduración en el aprendizaje constante. [...]. Y, más abajo del trabajo, la vida entera queda herida por esta inestabilidad»; [pp. 154-156].
Carlos París Amador (1925-2014).
Texto 12
Crisis de la familia y nueva dimensión de la mujer y de las relaciones interpersonales en las sociedades de consumo
«[...] asistimos a la pulverización. Es el caso de la familia, con la actual desembocadura de su profunda crisis, así como el de las relaciones de amistad, o de participación en la vida política y cultural. Ciertamente la indicada crisis de la familia [...] goza sin duda de aspectos positivos. Así la ruptura de la estructura patriarcal de dominio que alienaba a la mujer y dificultaba la comunicación profunda entre padres e hijos, también el desenmascaramiento de una moral sexual de hipocresía y privilegio. La dinámica natural de un mundo que profesa ideales igualitarios ha jugado en este terreno un importante papel a través de la lucha conducida por los movimientos feministas. Ahora bien, [...] hay que tener en cuenta el acontecimiento fundamental que representa la incorporación de la mujer a la cultura y al trabajo [...] haciéndose presentes masivamente las mujeres en el campo laboral. La lógica económica de este fenómeno ha sido descrita por Marvin Harris respecto a la sociedad americana, pero tendría un alcance más general. Por una parte, la inflación ha erosionado la capacidad adquisitiva de los salarios, especialmente en relación con el auge de las necesidades consumistas; ni la mujer, esposa o hija, ni la economía familiar, pueden mantener sus niveles con los deteriorados ingresos del varón. En movimiento complementario, el desarrollo del sector "servicios" abre el amplio panorama de los ejemplos de "cuello rosa" para la utilización y explotación del trabajo femenino. Se produce entonces una toma de conciencia difícilmente reversible, por parte de las mujeres de las clases medias, en relación con su capacidad, sus posibilidades de independencia y su vigente discriminación en el doble trabajo laboral y doméstico. En otro orden, la tecnología de los anticonceptivos sitúa en un nuevo nivel de posibilidades y responsabilidades racionales, menos dependientes de mecanismos fisiológicos, incontrolados, el mundo de la sexualidad. También aquí la mujer se eleva a una mayor autonomía fortaleciendo la conseguida en el orden económico. [...] Estimo [...] que la liberación de la mujer puede desembocar en una relación de amor y comunicación con el hombre, mucho más rica, igualitaria y solidariamente, que las conocidas hasta el momento conocidas en la historia, a una entrega mutua que, en la hondura de la personalidad humana, desborda cualquier límite temporal y triunfa sobre éste. Pero comprendo también que tal desembocadura de nuestra evolución social resulta extraordinariamente difícil dado el deterioro a que el "material humano" ha sido sometido en el mundo del capitalismo industrial. La despersonalización, la búsqueda de la satisfacción inmediata y egoísta, la "avidez de novedades" según la terminología de Heidegger, la pérdida del horizonte de proyecto en la reclusión sobre la momentaneidad, son coherentes con el tipo de relación erótica dominante y sus frustraciones, con la sexualidad mecánica, intercambiable, incapaz de encontrar las zonas profundas de lo humano, con el florecimiento de lo "porno" como último refugio. Sobre otro de los grandes valores sociales, la amistad, podríamos decir cosas parecidas. Da la impresión de que ha sido ahuyentada de nuestro escenario vital, no sólo por la prisa y la mecanización sino por la ausencia del humus personal en que puede florecer, de la densidad humana que requiere, sustituida por la eventual comunidad de intereses en el compincheo»; [pp. 157-161].
Texto 13
El progreso tecnológico no es sinónimo de progreso humano
«La proeza que como conquista de la capacidad creadora humana supone todo este mundo nuevo, desde los ordenadores hasta los satélites, la radio, la televisión por cable, es evidente. Pero de tal valoración estrictamente tecnológica no se desprende su automática positividad humana. También la bomba atómica podría ser considerada técnicamente como una gran hazaña, [pero] el juicio que merece desde el punto de vista de sus víctimas en Hiroshima y Nagasaki, en cambio, no puede ser más siniestro. Y de un modo menos dramático, [...] hemos podido apreciar de qué manera el desarrollo industrial y tecnológico, en lugar de fomentar una vida más rica en valores humanos puede empobrecerla y alienarla»; [pp. 185-186].
Texto 14
La tecnología de la información en un mundo dominado por la voluntad de poder
«Es muy interesante [...] el hecho de que, ya en los orígenes mismos del desarrollo cibernético e informático, uno de sus máximos creadores, Norbert Wiener, percibiera los peligros de una tecnología de la información en un mundo dominado por la voluntad de poder. Según expone en su obra ya histórica, "Cybernetics", se da una tendencia en tal tipo de sociedad a romper el pluralismo y equilibrio de la información, únicas posibilidades compatibles con la utilización libre de ésta por parte del individuo. En efecto, según una triple constricción progresiva de los medios de comunicación ―indica Wiener― se tiende a eliminar, en primer lugar, los medios de comunicación menos provechosos económicamente en favor de los más provechosos, estos últimos caen, seguidamente, en manos de una limitadísima clase de hombres de poder y, en consecuencia, expresan las opiniones de dicha clase. Finalmente "en cuanto significan algunas de las vías de acceso más importantes al poder personal y político atraen justamente a los ambiciosos de tal poder". A la altura del tiempo transcurrido puede afirmarse que el itinerario realmente seguido ha respondido fielmente a los temores de Wiener. [...] H. Schiller expresa casi literalmente en términos fácticos, lo que en el creador de la cibernética era sólo una amenazante posibilidad. "Bajo el estímulo de criterios de mercado, las nuevas tecnologías de información, a pesar de todas sus características y potencial estimulantes acaban por facilitar las actividades y ampliar la influencia de los elementos ya dominantes dentro del orden social. [...] Es la doble lógica de la voluntad de poder, apoderándose de la información, como recurso decisivo, y la del beneficio, transmutando todas las cosas en mercancías, la que pervierte una vez más las realidades humanas. [...] En este rápido examen de los aspectos negativos que conciernen al actual desarrollo informático habría que añadir, todavía, la irracionalidad de su difusión guiada por los intereses comerciales de mercado y no por el planteamiento objetivo de las necesidades que verdaderamente resuelve»; [pp. 188-191].
Texto 15
La casa electrónica: atomización y control sociales
«[...] aparece la temática del trabajo domiciliario [...]. [...] se integraría en la figura de la "casa electrónica", convertida no sólo en centro de actividad informática y audiovisual para el tiempo libre, sino además en taller. Tal imagen, sin duda, ejerce un gran atractivo sobre la fantasía ―y parcial realidad― que contempla la perspectiva de una sociedad atomizada en una serie de hogares dentro de cuyas paredes el individuo, anclado como un bar con el puerto, desarrolla su vida gracias a las comunicaciones electrónicas, las cuales sustituyen a los antiguos desplazamientos y contactos personales. Que evidentemente tal configuración desintegradora resulta extraordinariamente útil para el control social no tiene duda. Y en este sentido puede ser acariciada como un sueño por mentalidades conservadoras, amén de resultar impulsada políticamente»; [p. 196].
Texto 16
Consecuencias de la revolución electrónica sobre los hábitos humanos
«Efectivamente, si este es el diseño de una nueva circunstancia humana en que el ordenador, la televisión, el vídeo circundan nuestra vida, ¿cuál es la real influencia de este entorno sobre nuestra psicología, nuestro trabajo y nuestro ocio? [...] puede ser [...] perturbador [...] si empobrecemos y estereotipamos nuestro lenguaje, dominados por el de los ordenadores, o caemos en la mera "datología", si esquematizamos el pensamiento [...], si se pierde el contacto vivo con los fenómenos, la dinámica y la emoción últimas que animan el proceso creativo. Es decir, si en lugar de constituir un instrumento se convierte [...] en un ídolo. [...] Pero allí donde las consecuencias de la revolución electrónica sobre los hábitos humanos se hacen más intensas y alcanzan un radio social de mayor amplitud es, sin duda, en el ámbito de los nuevos medios de comunicación. En el cual hay que ser consciente, frente al fácil entusiasmo consumista y al fervor pseudoprogresista por las innovaciones, de los límites e incluso los peligros de la actual invasión. [...] Así, es manifiesto el establecimiento de una relación de dependencia respecto al objeto, que lleva ahora al terreno de la conciencia, del consumo de imágenes producidas artificialmente, aquélla que había establecido la sociedad neocapitalista respecto a los bienes de consumo duraderos, el automóvil, la vivienda, los electrodomésticos. De un modo muy pintoresco ilustra tal situación el caso de las familias que se desplazan el fin de semana a su residencia campestre, para gastar el tiempo en el salón contemplando vídeos. Quizá en algunos de ellos aparezcan hermosos paisajes, comparables a los que se extienden más allá de los muros hogareños. El objeto natural es desplazado por la imagen elaborada. [...] En estrecha relación con esta dependencia, cuya contrapartida es la desconexión de lo real, se emplaza la disolución de los lazos sociales ―intensificada peculiarmente en la hipótesis del trabajo domiciliario― la pérdida de los espacios físicos y del encuentro personal. En el caso de la persona que circula embutida en un casco audiofónico, incluso en el espacio público, en medio de la muchedumbre, el individuo prosigue su aislamiento del medio y su religación a la industria productora de sonidos. [...] Efectivamente, uno de los rasgos que caracterizan al actual flujo electrónico de mensajes es la pasividad básica del receptor. [...] Es una personalidad dominada por la avidez de sensaciones, en una nueva forma de hedonismo y radical alienación, enclaustrada artísticamente en el mundo con que la industria mental configura su entorno, la forma humana que tendencialmente fomenta nuestra civilización. Se distienden, así, las amarras con la realidad social y física hacia un interior mundo artificial, mientras el pensamiento crítico, conceptual y la iniciativa creadora, la capacidad del esfuerzo, retroceden»; [p. 198-205].
Texto 17
La industria de la política
«La industria, según vemos, en creciente oleada invasora, ha ido cubriendo los dominios más variados de la existencia humana. [...] En la medida en que la industria es guiada por lógica ciega de coste-beneficio y un culto a lo cuantitativo, estos aspectos se hacen sumamente inquietantes desde un punto de vista humano. ¿Qué diremos así de la política? También aquí la industria acecha peligrosamente a la gran conquista histórica que la democracia ha representado y debe representar en nuestro futuro. Asistimos, en efecto, a una verdadera industrialización de la política, con las inversiones crecientes en las campañas electorales, el marketing, la fabricación de imágenes sugestivas, el maquillaje de líderes, la elaboración de símbolos a cargo de expertos. Como escribió Román Gubern, "las mercancías políticas ―como es un candidato a presidente― se lanzan al mercado con las mismas técnicas publicitarias que se utilizan para un bote de mermelada o una marca de cigarrillos". [...] Todo el clima de nuestros días favorece y ampara este asalto al voto de un ciudadano más propicio para la facilidad de la sugestión que para el rigor y la crítica. Entonces la democracia resulta una gigantesca manipulación. Ya no es preciso el viejo trancazo y pucherazo caciquiles, propios de una época de artesanía, ahora todo tiene un carácter limpio, como la bomba de neutrones, pero no menos destructivo»; [pp. 205-206].
Carlos París Amador (1925-2014).
Texto 18
La irracional racionalidad del armamento nuclear
«Estamos viviendo una extraña síntesis de razón e irracionalismo. ¿Una organización de la irracionalidad? [...] Ilustremos las cosas de un modo significativo. Un misil de la última generación, armado de una o de varias cabezas termonucleares, en su anatomía mecánica y sus materiales, en su rendimiento eficaz y potencia energética, constituye el producto de un elevado conocimiento y una acumulación de esfuerzos; en tal medida revela una alta racionalidad. Ésta se nos manifiesta muy llamativamente en la precisión con que es capaz de alcanzar su objetivo, gracias a la incorporación de un miniordenador y un radar que fijan y corrigen su trayectoria; sin embargo, si nos preguntamos por la índole de tal objetivo, que no es sino una destrucción que multiplica muy ampliamente la desplegada en Hiroshima, resulta muy arduo conceder a tal producto la consideración de racional. Lo más curioso es que los teorizadores de tales armas objetarán que su finalidad es precisamente salvar vidas humanas, ya manteniendo la paridad, ya evitando, a través de una rápida victoria, que la guerra nuclear se generalice. Con ello entramos en el surrealista recinto del pensamiento nuclear. [...] Cuando contemplamos las teorías sobre la guerra nuclear, las estrategias de la disuasión, de la guerra limitada, del ataque y la respuesta localizados, la creación de armas tácticas y de refugios atómicos, las posibilidades de victoria una vez destruido el propio país, nos parece asistir a un ejercicio funambúlico de la razón sobre los abismos de lo irracional»; [pp. 212-213].
Texto 19
La mera existencia de armamento nuclear, cuya lógica intrínseca es demencial, es un riesgo que la humanidad no se puede permitir
«[...] los hombres han accedido a la fabricación de armas cuyo potencial destructivo e instantánea capacidad de acción modifican radicalmente las posibilidades y la concepción misma de la guerra. Pocos minutos después de ser disparadas son capaces de alcanzar con exactitud objetivos situados a miles de kilómetros; si sus blancos, según ocurrió en la última guerra mundial, son concentraciones urbanas, las arrasarían instantáneamente, provocando en menos de un minuto la muerte de varios millones de personas. Además desencadenarían procesos letales, concretamente la lluvia radioactiva, cuya acción se prolongaría durante meses, incluso años, totalmente fuera de control. Tales serían los efectos de un disparo aislado, con la potencia de un megatón. [...] Recordemos que un megatón equivale a un millón de toneladas de TNT (trinitotolueno). [...] A la inmensa responsabilidad que supone poner en marcha incluso una parte mínima de tal potencial infernal, con consecuencias, según hemos indicado, imprevisibles, se añade otra innovadora consideración [...]. La guerra puede suponer la mutua destrucción. Hemos pisado el umbral de un mundo totalmente nuevo. [...] Además de destruir al enemigo nos destruyen también a nosotros mismos. En cierta forma podemos decir que las armas establecen su supremacía sobre el hombre, imponiendo su propia lógica; alcanzan una cúspide destructiva en que despliegan su esencia tanática total al no dejar supervivientes en ninguno de ambos bandos. Y si tenemos en cuenta que no solamente acaban con los contendientes sino que extienden su acción sobre todo el planeta se puede decir, según la expresión acuñada ya en los años sesenta, que se ha montado la "máquina del juicio final". [...] la guerra no solamente es una crueldad inmensa, a través de la cual se pretende conseguir la victoria, sino un suicidio. [...] Entonces, dentro de los supuestos anteriores, la consecuencia obvia es que el juego de la guerra no puede racionalmente jugarse. [...] se impone el desarme, el desmontaje de la máquina del juicio final»; [pp. 215-218].
Texto 20
Armamento nuclear: la paradoja del útil-inútil
«Efectivamente cuando el procedimiento más sencillo y contundente para evitar una guerra nuclear sería suprimir las armas con que puede llevarse a cabo, los habitantes del planeta Tierra han preferido conservarlas, pero en condiciones tales que no puedan ser usadas ni por el contrincante ni por uno mismo. [...] "paradoja del útil-inútil". [...] hasta el momento los instrumentos eran fabricados con vistas a su utilización. Repentinamente asistimos a la aparición de una realidad instrumental cuyo mayor éxito reside en que nunca sea utilizada, que jamás funcione. Es la teoría de la disuasión, los misiles nucleares existen para que nadie pueda dispararlos. Si un loco lo hiciera nos precipitaríamos en la catástrofe. [...] Tan azorante situación se hace todavía más extraña [...] cuando [se] observa que no solamente el armamento termonuclear se mantiene sino que se incrementa constantemente. [...] nueva paradoja. Se prefiere un equilibrio dinámico, siempre a punto de romperse, a un equilibrio estático. [...] tan absurdas conductas, el mantenimiento y el incremento de instrumentos destructivos sin sentido, interpretadas por las potencias máximas, no sólo no son denunciadas por el resto de la humanidad, sino que ésta, aunque no en su totalidad sí en decisiva medida, corre a apiñarse en torno a los grandes poderes en que la posible destrucción es fabricada. [...] los hombres y los países medios, en lugar de advertir a los ambiciosos sobre los riesgos del precipicio que bordean, se lanzan a seguirlos en su viaje al borde del abismo. [...] resulta evidente que los terrícolas no se encuentran suficientemente adaptados a los poderes que han desencadenado [...]. Es como si en un grupo de chimpancés o de gorilas se hubieran distribuido malintencionadamente armas de fuego»; [pp. 219-222].
Texto 21
Además de un arma, la bomba atómica también es un mensaje y un emblema de dominio
«Presentar el desarrollo de los armamentos como una defensa de la paz es la única manera de justificarlos ante la opinión pública mayoritaria, que naturalmente no desea una tragedia. Y también constituye un procedimiento óptimo para articular la imagen de un mundo inseguro, maniqueo e inquietante [...] en que el hombre y los pueblos, más que su autonomía, reclamen su seguridad, imploren protección. [...] La manipulación de la inseguridad, la pseudolegitimación del Estado Guardián [...], encuentra en la carrera de armamentos una clave verdaderamente decisiva. Entre el desarrollo de las armas nucleares y la ideología que trata de justificarlas [...] se define una peculiar constelación movida desde los intereses de hegemonizar nuestro mundo. [...] Evidentemente toda arma, además de su rendimiento directo para ejercitar la violencia posee valores simbólicos y psicológicos, es portadora de un mensaje tanto hacia quien la empuña como hacia quienes contemplan su posesión. [...] el ingenio termonuclear, enorme megamaza, [...] actúa también como expresión de poderío y amenaza, sin necesidad de poner en marcha su fuerza aterradora. Aun en las dos únicas ocasiones en que el arma atómica ―en una fase primitiva de desarrollo comparada con las versiones actuales― ha sido utilizada, no se buscaba el efecto físico sino el mensaje. El holocausto de dos ciudades en cuanto tal no cubría ningún objetivo fundamental, en cambio sí el espectáculo de horror y poderío, independientemente de que el mensaje fuese dirigido hacia los propios japoneses o hacia la Unión Soviética y el resto del mundo»; [pp. 240-243].
Texto 22
Una guerra nuclear nos aproximaría aún más al ecocidio
«Como se dice en la obra "Nuclear weapons", "una guerra nuclear generalizada sería la mayor locura de la humanidad". ¿Podría el "homo-sapiens" sobrevivir a ella? o ¿constituiría el suicidio de nuestra especie? Según hemos visto, las ideologías e intereses belicistas intentan quitar importancia a los efectos de las explosiones nucleares, aunque ―como es sabido― ya en el primer ensayo experimental de un ingenio termonuclear, con la bomba H, se desbordaron ampliamente las previsiones y la radiación llegó allende la zona de seguridad, afectando gravemente a una flotilla de pesqueros japoneses. Así ―computando por demás como algo no excesivamente importante las decenas de millones de muertos inmediatamente producidos― no se tienen en cuenta, desde tales puntos de vista, los efectos de radiación a largo plazo, las consecuencias genéticas y ecológicas, en general. Tampoco la tremenda perturbación psicológica y social consiguiente a una catástrofe de las características representadas por una guerra aún limitada. [...] Realmente, el escenario que se ha dibujado clásicamente por los científicos que se han ocupado objetivamente del tema dejaba lugar en la catástrofe para la supervivencia posible de la especie, pero significaba evidentemente el fin de nuestra civilización en una mutación regresiva total, espantosa, de la humanidad. [...] la civilización industrial acabaría liquidándose a sí misma. [...] las previsiones todavía se agravan más a través del descubrimiento y estudio del conjunto de efectos que desencadenarían el llamado "invierno nuclear". Aplicando modelos basados en recientes desarrollos científicos, resulta que la explosión de un número de megatones incluso muy inferior al potencial que la humanidad ha acumulado produciría, combinándose con los enormes incendios que se generarían en todo el Hemisferio Norte, una alteración radical de las condiciones atmosféricas y estratosféricas, en que la radiación que alcanza la superficie terrestre descendería durante un período prolongado en un noventa y cinco por ciento, originándose temperaturas, durante meses, de 20 grados bajo cero. El Hemisferio Sur [...] sería afectado también por este profundo desequilibrio de todo nuestro ambiente atmosférico. La consecuencia final [...] sería el "ecocidio total" ―o algo muy próximo a él―, la liquidación de la vida sobre el planeta, haciendo imposibles las condiciones que la soportan. [...] Yo añadiría que, frente a las pretensiones de los expertos, una guerra nuclear resulta aun mucho más difícil de controlar que las pasadas campañas bélicas. Hay que tener en cuenta que aquí se juega con acciones instantáneas e irreversibles [...] y que tienden a realimentar las acciones del enemigo en una espiral. [...] La única alternativa válida [...] a la guerra nuclear generalizada es la supresión de cualquier tipo de guerra nuclear a través del desarme nuclear, que la haga imposible y, en términos más amplios, la renuncia radical a la guerra con el desarme total. [...] El desarme y la desmilitarización no son ya ideales utópicos sino urgencias»; [pp. 256-263].
Escultura conmemorativa en homenaje al filósofo bilbaíno Carlos París Amador, sita en los Jardines madrileños del barrio de Tetuán que también conmemoran su nombre.
Texto 23
Vivimos encima de un polvorín atómico del que no sabemos cómo deshacernos
«Pero hablando del desarme nos acomete una importante inquietud. Hemos llegado a producir en el planeta una acumulación de armas verdaderamente suicida. Con anterioridad se ha hablado de las tres toneladas de TNT existentes por hombre y mujer y niño sobre el planeta. Una imagen especialmente gráfica de nuestro potencial destructivo nos es dada por el científico Broda. Como él indica: "Si el poder explosivo de los actuales arsenales nucleares ―unas cincuenta mil armas de diversos tamaños― pudiera ser dividido en partes iguales explotaría una bomba igual a la de Hiroshima por segundo, día y noche, a lo largo de quince días antes de agotar los arsenales". En otros términos podríamos decir que cada hora durante quince días, tres mil seiscientas ciudades podrían ser afectadas por una destrucción como la que experimentó Hiroshima. Y no se trata simplemente de que estemos viviendo sobre un polvorín. Es que además no sabemos cómo deshacernos de él»; [pp. 263-264].
Texto 24
Sumario: frente al gobierno de lo irracional, necesitamos socialismo y solidaridad simbiótica
«Lo que por gobierno de lo irracional puede entenderse, creo que todo a lo largo de estas páginas, por lo menos en mi intención, ha quedado sobradamente claro. Se trata, en primer lugar, del dominio de los productos y los procesos de producción sobre el hombre, autonomizándose y arrastrando a este ciegamente; cuando se trata de la producción de bienes de mercado, en unidad con la lógica del beneficio. Y cuando es cuestión de armamentos, la lógica exterminadora impone su criterio. Las categorías propias de la industria, el mercado y la guerra tecnológica absorben y pulverizan las propiamente humanas. Como tragicómico final de un largo periplo, la voluntad de dominio acaba en la más degradante esclavitud ante los objetos. En segundo lugar y complementariamente, la situación puede ser descrita como inadaptación psicológica, también, de nuestra estructura social y nuestras instituciones al universo de conocimientos y poderes en que ya estamos viviendo. Es la pervivencia atávica de actitudes troqueladas en condiciones históricas muy distintas, que pudieron otrora darles sentido, pero que en las nuevas circunstancias se convierten, con su mantenimiento, en un bloqueo de nuestras posibilidades y en un inmenso peligro. En este sentido valores tales como la solidaridad de los hombres entre sí, y su comunidad con la naturaleza, no sólo son más éticos sino más realistas y fecundos hoy que la vieja voluntad de dominio encarnada en la relación explotadora. En el terreno estrictamente económico la lógica del beneficio individual o de grupo que olvida el carácter social de la producción particular aparece como un factor de inadaptación. [...] Aunque los viejos hábitos se resisten, el socialismo resulta la única fórmula idónea en un mundo tan estrechamente integrado e interrelacionado que nadie puede proclamar en exclusividad desde el punto de vista del conocimiento, de la producción y de la responsabilidad: "esto es mío". [...] no se puede confiar a la caótica iniciativa del lucro privado la programación de nuestro desarrollo; éste tiene que ser gobernado colectivamente en relación con las posibilidades de los recursos planetarios, con la responsabilidad hacia las futuras generaciones y con el ideal de necesidades humanas a las cuales tenemos que servir en lugar de crearlas artificialmente. Conjuntamente la mitología de la competitividad, la visión del otro como enemigo, el goce de la destrucción masiva, la avaricia acumulativa frustran la posibilidad de una historia opuesta. Una historia guiada por la solidaridad simbiótica y el esfuerzo común, el amor a la vida, las pulsiones "diatróficas" de protección al desvalido, en auge con el crecimiento de la conciencia, de su libertad y su racionalidad»; [pp. 276-277].
Texto 25
Como anticiparon Marx y Engels en "La ideología alemana", las fuerzas productivas, impulsadas por los desarrollos del capitalismo, han devenido fuerzas destructivas
«Pensaba Marx que el desarrollo de las fuerzas productivas por su misma dinámica se encontraba espontáneamente llamado a entrar en contradicción con las relaciones de dominación capitalista. Se abriría, entonces, pasó a una época de crisis y a la superación revolucionaria de la actual sociedad, con lo cual quedaría atrás la prehistoria del hombre. Tal es la idea formulada con toda precisión en el famoso "Prefacio" de 1859 a la "Contribución a la crítica de la economía política", uno de los momentos en que más clara y sintéticamente es formulada por Marx su concepción materialista de la historia. La raíz de esta perspectiva marxiana reside en el establecimiento de un antagonismo funcional entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. [...] Al reconsiderar hoy esta visión marxiana, nos aparece con toda claridad su inadecuación al último proceso histórico. El mundo actual ha experimentado ciertamente un desarrollo tecnológico verdaderamente inmenso; sin embargo tal desarrollo, en lugar de entrar en contradicción con las relaciones de dominación, se ha convertido en un eficacísimo servidor de las mismas. Así, contemplando las industrias más características de nuestra época, la producción de armamentos, la información, la industria de la conciencia, se hace patente su portentosa eficacia para reforzar el poder y reprimir la dinámica de una natural maduración hacia el socialismo, diluyendo incluso la verdadera realidad de la democracia. Ciertamente Marx, en la amplitud de su obra, no fue ajeno a esta perspectiva crítica respecto a las fuerzas productivas. En "La ideología alemana" no sólo se insiste en la alienación del hombre ante el mundo por él creado ―al modo de los manuscritos― sino que se indica cómo bajo las relaciones existentes las fuerzas productivas sólo son fuente de calamidades, de modo que tales fuerzas productivas se transforman en verdaderas fuerzas de destrucción ("Destruktionskräfte"). [...] hoy día tal imagen de destructividad [...] adquiere su sentido más sombríamente literal. Mas no es la visión crítica del concepto mismo de fuerzas productivas y sus posibilidades de desarrollo la línea principal que ha seguido el pensamiento de Marx y su lectura clásica. Ha prevalecido la idea de las fuerzas productivas como realidad no sólo autónoma, neutral, ―según tópicamente se afirma de la ciencia y la tecnología― sino incluso salvadora, llamada a un desarrollo ilimitado y definitivamente positivo»; [pp. 309-311].
Texto 26
Mientras no derribemos el entramado técnico y cultural que sostiene al capitalismo no seremos capaces de romper su dominio sobre nosotros
«El hecho fundamental del cual debemos de tomar decisivamente conciencia es que vivimos no sólo bajo unas relaciones de dominación, sino en el interior de una ecología técnica y cultural configurada por dichas relaciones. Ahora bien, si tenemos en cuenta la manera en que la tecnología, su sedimentación material que es la tecnosfera, define el escenario de las posibilidades humanas, configura el entorno de la libertad del hombre, se deduce un corolario decisivo: mientras esta realidad ambiental no sea modificada, cualquier comportamiento tenderá a perpetuar y reproducir las relaciones de dominación capitalistas e imperiales. Es lo que comprobamos, tanto considerando la acción de la socialdemocracia, como del llamado "socialismo real". Cuando la socialdemocracia arriba al poder, especialmente en esta época de apremio propia de la crisis, se ve abocada a gobernar una realidad cuya propia lógica ―naturalmente potenciada por los intereses y fuerzas internacionalmente dominantes― acaba conduciéndola a una política conservadora. El "socialismo real" por su parte, aun habiendo superado la propiedad privada de los medios de producción ―e independientemente del condicionamiento que para su desarrollo implican las tradiciones culturales despóticas en las áreas en que ha triunfado―, tiende a reproducir bajo una presión competitiva, bajo los mitos y los condicionamientos mimetizantes, los esquemas tecnológicos y sociales que aún dominan nuestra época. La crítica de las relaciones de producción capitalista tiene que ser radicalizada hacia la crítica de la tecnosfera industrial y urbana que con el capitalismo es solidaria; por supuesto también hacia los modos de vida, la moral, la educación, implicados en el sistema capitalista. Y la superación del capitalismo, consiguientemente, ha de ser llevada a la creación de una nueva civilización, desde la producción hasta la cultura»; [pp. 317-318].
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