07 marzo 2024

Veintidós textos de Jorge Riechmann con los que pedalear hacia el ecosocialismo

VEINTIDÓS TEXTOS DE JORGE RIECHMANN CON LOS QUE PEDALEAR HACIA EL ECOSOCIALISMO
selección de
Raúl Garrobo Robles


El ecosocialismo, tal y como lo formula Jorge Riechmann en El socialismo puede llegar sólo en bicicleta ―libro del que ofrecemos a continuación una selección de textos―, no representa una renuncia de los "ideales" humanos contenidos en las obras de los padres fundadores del materialismo histórico ―Marx y Engels―. No supone ninguna traición reformista, ni reniega en esencia de la vía revolucionaria ―entendida como ruptura radical con el sistema socioeconómico capitalista― como única vía por la que hacer bascular el curso de la historia desde un capitalismo patológicamente biocida y ecocida hacia un ecomarxista "Reino de la Libertad". Sin embargo, el ecosocialismo sí representa una reformulación del pensamiento de Karl Marx, quien, aparte de algunos destellos protoecologistas de gran mérito y justo valor, no supo encauzar el grueso de su pensamiento en la dirección de una imposición de límites claros y definidos al desarrollo histórico de las fuerzas productivas.

La noción de naturaleza ―de la que se deriva la concepción marxiana de la naturaleza humana― aparece bien perfilada en el materialismo histórico: representa el horizonte y el télos en el que se inscribe la vida humana y la dimensión social de esta. El ser humano, como el resto de la realidad, es, primero de todo, materia, no espíritu. Con nuestro trabajo, al tiempo que transformamos la naturaleza, nos hacemos también a nosotros mismos. Como cuerpos que somos, conformamos una realidad coextensa con la naturaleza, de la que debemos obtener lo necesario para nuestra supervivencia. Sin embargo, lo que quiera que represente “lo necesario para nuestra supervivencia”, deberá ser también “lo suficiente” en el marco de un equilibrio homeostático entre los seres humanos, la naturaleza y sus intercambios metabólicos. De ahí la necesidad de regirnos no solo por principios propios de la tradición marxista, como los de libertad, emancipación, igualdad, resdistribución o justicia social, sino, además, por principios de viabilidad ecológica, tales como los de biomímesis, ecoeficiencia, autocontención o precaución.

El ecosociliamo, por lo tanto, se postula hoy día como la única alternativa socioeconómica capaz de amortiguar el escenario de aniquilación ecosocial que se nos viene encima; escenario propiciado durante décadas por las prácticas extractivistas, productivistas y consumistas de un capitalismo que en su inercia autodestructiva amenaza con llevarse por delante buena parte de la vida sobre la Tierra.

Jorge Riechmann, El socialismo puede llegar sólo en bicicleta. Ensayos ecosocialistas, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2012.

"EL SOCIALISMO PUEDE LLEGAR SÓLO EN BICICLETA. ENSAYOS ECOSOCIALISTAS", LOS LIBROS DE LA CATARATA, MADRID, 2012.
 
SELECCIÓN DE TEXTOS

Texto 1
Ecosocialismo como revisión del ideario comunista a la luz de la degradación de la naturaleza por el productivismo socialista

«[...] el ecosocialismo [...] se trata de una reformulación antiproductivista de los ideales de izquierda que se hace cargo de los nuevos "desafíos civilizatorios", señaladamente los problemas ecológicos. En nuestro país, Manuel Sacristán, en la segunda mitad de los años setenta, propuso una reconsideración (revisión) del ideario comunista partiendo de los problemas nuevos que él llamaba "post-leninistas", y señaladamente, entre éstos, la crisis ecológica. Bastantes de las tesis que defenderé en estos ensayos ―y el punto de vista desde el cual las formulo― se inspiran en aquel esfuerzo teórico y práctico del último decenio de la vida de Sacristán (1975-1985), continuado luego en el trabajo de discípulos suyos como Francisco Fernández Buey y Antoni Domènech; y querrían no desmerecer demasiado del mismo. "Sacristán hizo una crítica drástica de lo que ha significado el estalinismo en el movimiento comunista [...]; argumentó que, en la perspectiva histórica, la debilidad principal del eslogan leninista soviets más electricidad fue aceptar y reproducir el punto de vista productivista mientras se liquidaban los soviets; sugirió que había que revisar la principal máxima comunista, según la cual hay que dar a cada cual según sus necesidades, a la luz de la degradación de la naturaleza y teniendo en cuenta que el productivismo capitalista y socialista han ayudado a la conversión de las fuerzas productivas en fuerzas destructivas; y propuso una política de la ciencia que partiera de la consideración de que esta, la ciencia, es lo mejor que tenemos desde el punto de vista epistemológico y lo más peligroso que ha inventado el ser humano desde el punto de vista socio-moral"»; [pp. 29-30].

Texto 2
Sustentabilidad ecológica y basamento democrático del ecosocialismo

«"No somos mercancía en manos de políticos y banqueros", proclamaban en 2011 los manifestantes del movimiento 15-M en Madrid, Barcelona y otras ciudades españolas. El socialismo, como sistema social y como modo de producción, se define esencialmente por la aspiración a que en él el trabajo deje de ser una mercancía, y la economía se ponga al servicio de la satisfacción igualitaria de las necesidades humanas. El ecosocialismo añade a las condiciones anteriores la de sustentabilidad: modo de producción y organización social cambian para llegar a ser ecológicamente sostenibles. [...] el ecosocialismo trata de avanzar hacia una sociedad donde las grandes decisiones sobre producción y consumo sean tomadas democráticamente por el conjunto de los ciudadanos y ciudadanas, de acuerdo con criterios sociales y ecológicos que se sitúen más allá de la competición mercantil y la búsqueda de beneficios privados»; [p. 30].

Texto 3
Las actitudes dominantes en el capitalismo tardío son reflejo de una mentalidad social infantilizada, inmadura y antifreudiana

«Sigmund Freud, en El malestar en la cultura, señalaba que hay básicamente tres fuentes de sufrimiento humano: "la dureza de la naturaleza, la caducidad de nuestro propio cuerpo y la insuficiencia de nuestros métodos para regular las relaciones humanas en la familia, el Estado y la sociedad". El fundador del psicoanálisis juzgaba que, en cuanto a las dos primeras, es claro que nos vemos obligados a inclinarnos ante lo inevitable, pero que "muy distinta es nuestra actitud frente al sufrimiento de origen social. Nos negamos en absoluto a aceptarlo". Impresiona leer estas palabras en 2010 o 2012... Uno diría que se han invertido casi por completo las actitudes dominantes: el hombre creyente en la tecnociencia espera, por cierto, superar con los recursos de dominación que ésta proporciona los rigores de la naturaleza y la caducidad corporal. Pero el hombre conformista hacia el capitalismo neoliberal no cuestiona el sufrimiento de origen social ―el mal social que podría remediarse―, sino que lo naturaliza, considerándolo parte de un orden que no debe ser puesto en tela de juicio»; [pp. 48-49].

Texto 4
Sin organizaciones radicales de izquierdas ocupadas en crear alternativas comunitarias no-capitalistas, el mundo que está por llegar podría ser una versión empeorada del actual

«Creo que la consigna "Otro mundo es posible" hay que complementarla precisando: 1) este mundo es inviable, 2) otros mundos son posibles, y 3) algunos de estos mundos posibles son sin duda aún peores que éste. [...] Immanuel Wallerstein sostenía que, en los próximos 15 a 25 años, las fuerzas de izquierda reconocerán que "la cuestión central no es poner fin al capitalismo, sino organizar un sistema sucesor que estará en proceso de construcción". Pues si la profundización de la crisis sistémica del capitalismo no encuentra segmentos importantes de la sociedad organizada en movimiento radicales, ocupada en crear algo diferente, la inercia ―tan humana, demasiado humana― llevará a la reproducción del insostenible sistema actual ―probablemente empeorado»; [pp. 51-52].

Texto 5
La crisis socioecológica exige replantearnos nuestra manera de ser con la naturaleza, no la manera de ser de esta

«El séptimo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio ―¿oyeron ustedes hablar de ellos? Ya saben: esos importantes compromisos internacionales que los países ricos firman ceremonialmente con la firme intención de no cumplirlos― reza así: "Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente". Ya esta formulación nos remite al notable embrollo, repleto de ambigüedades y equívocos, que rodea la cuestión del desarrollo sostenible: pues no resulta difícil pensar que induce a un doble error. En primer lugar, apunta hacia un "medio ambiente" circundante y distinto de nosotros, y así apuntala una errónea idea de separación entre naturaleza y sociedad. En segundo lugar, por supuesto no es la sostenibilidad de los sistemas naturales lo que hay que garantizar: es la sostenibilidad de los hoy muy insostenibles sistemas humanos. No son los ecosistemas los que están dando problemas, sino las sociedades humanas las que están chocando violentamente contra los límites biofísicos del planeta. [...] La crisis ecológica no es un problema ecológico: es un problema humano. Se trata de calentamiento climático antropogénico, de sobreconsumo de recursos por las sociedades humanas, de extinción masiva de especies a causa de la conducta humana... [...] Por eso deberíamos hablar siempre de crisis socioecológica o ecológico-social. Y tener siempre claro que en lugar de [...] "gestión" de las crisis ambientales, para salir del atolladero lo que necesitamos es básicamente autogestión humana. Una manera diferente de conducirnos ―tanto individual como, sobre todo, colectivamente. [...] En definitiva, desarrollo sostenible, igual que otras ideas (como democracia, socialismo, justicia social o libertad, sin ir más lejos), resulta ser lo que alguna vez se ha llamado un "concepto esencialmente discutible". [...] Igual que oímos hablar de democracia donde de hecho manda una plutocracia financiera nihilista, o de socialismo mientras se impulsan políticas neoliberales, análogamente se jura y perjura por el desarrollo sostenible cuando de hecho se practican políticas productivistas incompatibles con la sustentabilidad»; [pp. 57-58 y 77].

Texto 6
El imaginario capitalista se ha constituido a base de fagocitar imágenes que no le pertenecen

«Una cabaña, junto a un luminoso mar azul, con bandejas de fruta bajo las palmeras y la compañía de amigos o amigas con quienes perder sabrosamente el tiempo juntos, jugando y conversando... Alucina constatar en la publicidad de los resorts turísticos más exclusivos cómo el ideal de descanso que ofrece el capitalismo no es otra cosa que la vida sencilla de los pueblos precapitalistas, destruida vesánicamente en el mundo entero sólo para ser ofrecida más tarde ―en su forma privatizada y mercantilizada, claro está― a las élites de multimillonarios que pueden permitirse ese lujo supremo. De forma genérica, y pese a los matices que sin duda cabe introducir, la economía capitalista no crea riqueza: crea escasez, una escasez de orden superior»; [p. 61].

Texto 7
El saber que media entre las palabras y las cosas es poder sobre el cuerpo social

«En demasiados casos, cuando un ministro habla de "contar con la participación de la sociedad civil", está hablando en realidad de la privatización de servicios públicos. Cuando habla de "racionalidad económica", se refiere a despidos. Cuando habla de "hacer compatibles desarrollo y medio ambiente", quiere decir que continuará la explotación salvaje de la naturaleza. Cuando habla de "turismo de calidad", quiere decir campos de golf y parques temáticos. Los ejecutivos de las grandes empresas lo entienden al instante. La gente del común tiene que entenderlo, tenemos que entenderlo: nos va en ello la democracia, la seguridad, la libertad, la sustentabilidad, la vida»; [p. 78].

Jorge Riechmann Fernández.

Texto 8
Principios rectores para la práctica del desarrollo sostenible

«Tomo prestado el título de esta sección de un artículo del economista ecológico Herman E. Daly, a quien seguiremos en su notable intento de dar un contenido operativo a la idea básica del desarrollo sostenible. [...] Los sistemas económico-sociales han de ser reproducibles ―más allá del corto plazo― sin deterioro de los ecosistemas sobre los que se apoyan. (De manera más general, de cualquier sistema o práctica puede decirse que es sostenible si puede mantenerse o practicarse de forma indefinida). Es decir, sustentabilidad ―o sostenibilidad― es básicamente viabilidad ecológica: los sistemas socioeconómicos que funcionan destruyendo su base biofísica son insostenibles. En su interacción con la economía, la biosfera desempeña tres funciones cruciales. Aparece como (I) fuente esencial de la vida y hábitat para las especies vivas, (II) almacén de energía y materias primas, y (III) vertedero de desperdicios. Por añadidura, los recursos naturales pueden dividirse en (II.1) recursos naturales perpetuos (a escala humana), como la luz solar, los vientos o la lluvia periódica; (II.2) recursos naturales autorrenovables, como la pesca o la explotación maderera moderadas; (II.3) recursos agotables, pero reciclables, como los metales; (II.4) recursos que se agotan irreversiblemente, como por ejemplo los combustibles fósiles. Debido al papel esencial que desempeña la tecnología como mediadora en el metabolismo entre humanidad y naturaleza [...], la consideraremos en un punto aparte (IV). ¿Qué implicaciones tienen estas tres funciones ambientales, estos cuatro tipos de recursos naturales y la variable tecnológica para el concepto de desarrollo sostenible? (I) Si intentamos precisar la noción de desarrollo sostenible para la biosfera considerada como fuente esencial de la vida, el principio que parece como obvio y al mismo tiempo irrenunciable es el que podríamos llamar principio de irreversibilidad cero: esto es, reducir a cero las intervenciones acumulativas (por ejemplo, la emisión persistente de tóxicos que no son biodegradables y se acumulan en las cadenas tróficas) y los daños irreversibles (por ejemplo, la pérdida de biodiversidad, o sea la extinción de especies animales y vegetales). Vale la pena observar que aplicar este principio exigiría el final de la industria nuclear y de muchos procesos productivos corrientes en la industria química (pues se generan desechos radioactivos y tóxicos ineliminables). (II.1) Únicamente de los recursos naturales inagotables, perpetuos a escala humana, no se deriva ningún principio limitativo de desarrollo sostenible por razones obvias: estos son los únicos recursos que, en principio, pueden explotarse ilimitadamente. Pero ello no implica que todas las formas de hacerlo sean sostenibles en cualquier escala: los generadores eólicos ―imprescindibles en cualquier estrategia energética sostenible― consumen materiales valiosos en su fabricación, [...] incluso los recursos naturales inagotables no pueden explotarse ilimitadamente. [...] (II.2) En el caso de los recursos naturales autorrenovables, aseguraría la sustentabilidad el principio de la recolección sostenible: las tasas de recolección deben ser iguales a las tasas de regeneración de estos recursos. Ello se refiere especialmente a los siguientes recursos: el suelo, las especies silvestres y domesticadas, los bosques, las praderas, las tierras cultivadas y los ecosistemas marinos y de agua dulce que son la fuente de la pesca. [...] (II.3) y (II.4) Debido a que el reciclado nunca es perfecto y a menudo entraña un gasto considerable de recursos naturales no renovables [...], subsumiremos ambos tipos de recursos no renovables bajo un único principio de desarrollo sostenible. Se trata de lo que podríamos llamar principio de vaciado sostenible: es cuasi-sostenible la explotación de recursos naturales no renovables cuando su tasa de vaciado sea igual a la tasa de creación de sustitutos renovables. [...] "(por ejemplo, la extracción de petróleo comportaría la plantación de árboles para la obtención de alcohol a partir de madera)". [...] (III) En el campo de los desechos y residuos, el principio de desarrollo sostenible es el que podríamos llamar principio de la emisión sostenible: las tasas de emisión de residuos deben ser iguales a las capacidades naturales de asimilación de los ecosistemas a los que se emiten esos residuos (lo cual implica emisión cero de residuos no biodegradables). [...] (IV) Un principio de selección sostenible de tecnologías rezaría como sigue: han de favorecerse las tecnologías que aumenten la productividad de los recursos [...] frente a las tecnologías que incrementen la cantidad extraída de recursos. Es decir, eficiencia frente a crecimiento. [...] por ejemplo, bombillas más eficientes de preferencia a más centrales eléctricas»; [pp. 81-84].

Texto 9
El ecosocialismo propone el desarrollo humano sin crecimiento en el flujo de materiales y energías

«[...] de poco (o nada) servirán las reformas para "ecologizar" la producción, y muy particularmente las mejoras en eficiencia, si no se frena el crecimiento material en nuestras sociedades sobredesarrolladas [...]. Nuestro objetivo tiene que ser detener selectivamente el crecimiento material en nuestras sociedades sobredesarrolladas (lo cual está muy lejos de equivaler a detener el desarrollo humano, no implica necesariamente que no crezcan magnitudes contables como el PIB o el PNB, y no implica tampoco que no tenga que darse crecimiento material en el Sur). Hay que repetir una y otra vez que no es posible el crecimiento económico indefinido dentro de una biosfera finita, y que globalmente hemos sobrepasado ya los límites del crecimiento. Globalmente, lo que necesitamos es desarrollo sin crecimiento (cuantitativo). [...] La parte absolutamente sensata del decrecentismo es la disidencia de la huida hacia adelante: resulta imposible el crecimiento ilimitado dentro de una biosfera finita. Una economía que crece al tres por ciento ―lo que nuestros productivistas consideran el mínimo deseable para que el sistema funcione medio bien― ¡se dobla en 23 años, y en apenas 78 años se multiplica por 10! El desarrollo capitalista es una revuelta contra el principio de realidad. Como sugiere Joaquim Sempere, "la duda no está en si habrá o no decrecimiento, sino en si será deliberado y más o menos programado según pautas consensuadas [...] o si se impondrá al margen de la intervención consciente de la humanidad, caóticamente y en un contexto de lucha darwinista de todos contra todos". [...] Joaquim Spangenberg propone llamar al productivismo-consumismo programa cáncer: pues a lo que se parece el crecimiento económico ilimitado es a la enfermedad cancerosa. Los anticapitalistas como oncólogos sociales... [...]. En efecto, ¿qué es lo que, según los productivistas, debe crecer? El PNB o el PIB (porque se supone que con ello mejora el bienestar humano). Pero, para el ecologismo, el problema no es el crecimiento de esas magnitudes contables como tales sino el crecimiento físico: crecimiento en el flujo de materiales y energía ("transumo" o throughput) a través de los sistemas socioeconómicos. Es el crecimiento de estos últimos lo que conduce a un choque cada vez más violento con los límites biofísicos del planeta. Análogamente, lo que el ecologismo pide no es decrecimiento del PNB (u otras magnitudes de la Contabilidad Nacional) sino decrecimiento del "transumo". (En principio, el PNB puede decrecer y al mismo tiempo el daño ecológico seguir incrementándose, por ejemplo, en las recesiones capitalistas)»; [pp. 87-89].

Texto 10
Mientras nuestro modo de vida sea innegociable, como dijo George Bush padre, no hallaremos la salida para la crisis ecológica, pues esta se debe a nuestra crisis civilizacional

«Parece que volvemos, una y otra vez, al terrible principio plasmado en la famosa frase que el presidente de EE UU George Bush (padre) pronunció al pie del avión que le iba a llevar a la "cumbre" ambiental mundial de Río de Janeiro, en 1992: "Nuestro modo de vida no es negociable". Pero si el American way of life ―y el European y el Japanese way of life― no pueden ser cuestionados, entonces no existe ninguna posibilidad de paliar los espantosos daños que están causando la crisis socio-ecológica global y el ahondamiento del abismo Norte-Sur. ¿De verdad afirmaremos este principio? ¿Lo que en definitiva nos importa es conseguir la última consola de videojuegos, la última oferta de vuelo barato, la última crema revitalizante o el último vehículo cuatro por cuatro, incluso a costa de la destrucción del mundo y la completa degradación de nuestra humanidad?»; [pp. 95-96].

Texto 11
Marxismo ecológicamente autocrítico: la cuestión energética y los límites naturales impuestos al desarrollo de las fuerzas productivas y a la satisfacción comunista de las necesidades humanas

«Entre los "padres fundadores" de las modernas ciencias sociales, Marx y Engels ―como mínimo― tienen "atisbos ecológicos" pioneros, que se hallan entre los primeros realizados por los científicos sociales. Y hay quien va mucho más allá (probablemente con cierta exageración): según John Bellamy Foster, "la visión que Marx forjó del mundo era profunda y quizá sistemáticamente ecológica (en todos los sentidos positivos en que hoy se utiliza el término), y esta perspectiva ecológica se derivaba de su materialismo". [...] [pero] [...] un marxismo ecológicamente informado ha de ser por fuerza un marxismo autocrítico, en gran medida "revisionista" con respecto a los hilos productivistas [...] que se entretejen en su propia tradición. [...] Para empezar, Marx y Engels no consideraron los flujos de energía. [...] La primera contabilidad económico-energética [...] se debe a Podolinsky, hacia 1880. [...] Hemos de considerar [...] la contabilidad energética de la agricultura propuesta por Sergei Podolinsky hacia 1880... que, sin embargo, no fue bien interpretada por Engels. Aquí hay un desencuentro entre marxismo y ecología, una oportunidad perdida. Joan Martínez Alier lo ha recalcado en varios textos: "A partir de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado [XIX], ya era posible adoptar un punto de vista cuantitativo sobre el flujo de energía solar [...], y era también posible determinar qué parte de la energía solar interceptada por la Tierra se irradiaba de vuelta al espacio y qué parte más bien escasa podía ser transformada por las plantas en carbono obtenido del dióxido de carbono de la atmósfera". [...] En la primera mitad de la década de los ochenta del siglo XIX Podolinsky publicó "en el órgano de la socialdemocracia alemana un interesantísimo ensayo en dos partes acerca del concepto marxista de valor-trabajo y de la segunda ley de la termodinámica, el principio de entropía". [...] No obstante el escepticismo de Marx y Engels [...], "Podolinsky tuvo el gran mérito de recuperar el punto de vista naturalista que Marx había abandonado expresamente (para dedicarse desde entonces a la economía política) en las primeras páginas de La ideología alemana. Podolinsky vuelve a cultivarlo, intentando reconstruir la idea de valor-trabajo en el marco de la termodinámica". [...] Daniel Tanuro ha insistido con perspicacia en la insuficiencia del tratamiento de la cuestión energética por parte de Marx y Engels. El paso desde una base energética "de flujo" ―la energía solar y la biomasa― a una base "de stock" ―los combustibles fósiles― tiene una enorme trascendencia ecológica. Por eso la cuestión energética supone un "caballo de Troya" ―dice Tanuro― en "la ecología de Marx". "En esto, Marx pasó de largo frente al 'reloj de oro' ecológico sin verlo. Si hubiera tenido consciencia de la diferencia cualitativa entre energía de flujo y de stock, su propia concepción le hubiera llevado a entrever el callejón sin salida energético al que el capitalismo estaba arrastrando a la humanidad, y a deducir de ello la necesidad, con el tiempo, de cesar casi por completo la explotación de las energías fósiles". Desde el trasfondo de la crisis ecológica, la mayor carencia teórica de Marx y Engels (así como de las principales corrientes marxistas posteriores) es sin duda la incomprensión de los límites naturales impuestos al desarrollo de las fuerzas productivas [...]. Aunque encontramos en Marx y Engels una anticipación de la posibilidad de que las fuerzas productivas muten en fuerzas destructivas (sección segunda del primer capítulo de La ideología alemana), será el ecomarxismo de los decenios últimos del siglo XX el que se haga cargo de que, en las condiciones en que el capitalismo se encuentra en el periodo actual, lo destructivo pesa enormemente en comparación con lo productivo. De manera que debemos hablar, como lo hace [Manuel] Sacristán, de fuerzas productivo-destructivas [...]. La hipótesis de abundancia es, a la vez, central para las corrientes principales del marxismo e indefendible (por cuanto sabemos hoy sobre constricciones ecológicas). [...] Dentro de la revisión autocrítica que han de practicar muchas de las tradiciones marxistas, otro elemento problemático es una idea productivista del progreso que lo identifica con el aumento de las necesidades humanas. También aquí Sacristán ofrece buena reflexión: "Desde Marx hasta Lafargue incluido, y luego ya no digamos el marxismo vulgar y corriente, han parecido pensar que el desarrollo, el perfeccionamiento de la humanidad, estriba fundamentalmente en un aumento de sus necesidades. [...] En todo caso, esta idea de que el progreso de la humanidad es progreso de las necesidades parece sugerir una noción destructora del desarrollo de la vida económica y de la vida cotidiana ya que un aumento constante de las necesidades debería suponer o implicar o acarrear un aumento constante de la producción, con los consiguientes efectos medioambientales y antiecológicos". ¿A cada cual según sus necesidades, podríamos preguntarnos, según la conocida fórmula distributiva de Marx y Engels? Está claro que, si se supone que las necesidades aumentan y se enriquecen sin cesar, esto resulta imposible a partir de recursos finitos. Si nos deshacemos de la hipótesis de abundancia, hemos de acotar: de ahí toda la teorización sobre las necesidades básicas y sobre la justicia distributiva. Una reformulación del criterio de justicia de Marx y Engels podría decir, más o menos: de cada cual según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades... básicas, y teniendo en cuenta los límites biofísicos del planeta. Aquí, por cierto, hay una complicación que sería deshonesto silenciar [...]: ¿cabe hablar en serio de necesidades radicales o básicas, si se trata de un ser ―como Homo sapiens sapiens― que se automodela con las herramientas de la cultura? Manuel Sacristán alertaba contra las antropologías filosóficas que se jactan de conocer metafísicamente la "esencia" humana [...]. "En general, la especie ha desarrollado en su evolución, para bien y para mal, una plasticidad difícilmente agotable de sus potencialidades y sus necesidades. Hemos de reconocer que nuestras capacidades y necesidades naturales son capaces de expansionarse hasta la autodestrucción. Hemos de ver que somos biológicamente la especie de la hybris, del pecado original, de la soberbia, la especie exagerada". [...] Sacristán reclamaba un cambio político cultural importante para la izquierda comunista: abandonar la escatología. [...] "La actitud escatológica se encuentra en todas las corrientes de la izquierda revolucionaria [...] [y] se basa en la comprensión de la dialéctica real como proceso en el que se terminan todas las tensiones o contradicciones. Lo que hemos aprendido sobre el planeta Tierra confirma la necesidad (que siempre existió) de evitar esa visión quiliástica de un futuro paraíso armonioso". Se presenta así una tarea compleja a los movimientos sociales que luchan por la supervivencia y la emancipación: [...] "A juzgar por la complicación de la tarea fundamental descrita, la operación del agente revolucionario tendrá que describirse de un modo mucho menos fáustico [...]. De modo que si esta reflexión no está completamente equivocada, deberemos proponernos la inversión de algunos valores de la tradición revolucionaria moderna"»; [pp. 123-126 y 130-135].

Texto 12
La noción marxiana de metabolismo: la regulación planificada de los intercambios entre el humano y la naturaleza en vistas al pleno desarrollo humano

«En el marco de las nacientes ciencias sociales del siglo XIX, fueron Marx y Engels quienes aplicaron el término "metabolismo" (Stoffwechsel en alemán) a la sociedad. El "metabolismo entre el ser humano y la naturaleza" aparece, en El capital, asociado a la descripción básica ―casi ontológica― del proceso de trabajo. "El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza. El hombre se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza". [...] El gran químico agrícola alemán Justus von Liebig hizo hincapié en la circulación de los nutrientes del suelo y su relación con el metabolismo animal. [...] insistía en que un reciclado que devolviera al suelo los nutrientes contenidos en las aguas residuales formaba parte indispensable de un sistema urbano-agrícola racional. [...] "La causa del agotamiento del suelo debe buscarse en las costumbres y hábitos de las gentes de las ciudades, esto es, en la construcción de retretes que no admiten que se recoja y preserve el excremento líquido y sólido. No regresan a los campos de Gran Bretaña [...]. El equilibrio en la fertilidad del suelo se ve destruido por esta pérdida incesante y puede sólo ser restaurado por un suministro equivalente...". [...] Estudiar las obras de Von Liebig condujo a Marx ―en El capital― a su concepto central de la fractura metabólica que se produce en la relación humana con la naturaleza, y explica la alienación con respecto a ella. Las relaciones de producción capitalistas y la separación antagónica entre la ciudad y el campo habían causado una fractura en ese metabolismo. [...] En la futura sociedad de productores asociados que anticipaban Marx y Engels, sería necesario "gobernar el metabolismo humano con la naturaleza de una manera racional", algo que escapaba a las posibilidades de la sociedad burguesa. Así, en el libro tercero de El capital Marx escribe que en la esfera de la producción material la libertad sólo puede consistir en que el ser humano socializado, los productores asociados, regulen racionalmente ese metabolismo [Stoffwechsel] suyo con la naturaleza poniéndolo bajo su control colectivo [...]". Como dice Enric Tello: "Karl Marx fue el primero [...] en introducir el concepto de metabolismo social en el ámbito de la economía en la historia. A partir de la noción de intercambio metabólico desarrollada por Justus von Liebig y la biología de su tiempo, Marx definió el trabajo humano como la modulación intencional de aquel metabolismo, y en una de las contadas ocasiones en que concretó qué entendía por socialismo lo caracterizó como la organización consciente de un intercambio entre el ser humano y la naturaleza en una forma adecuada al pleno desarrollo humano". [...] Pero en la visión marxista de la historia no se da un lugar preeminente a ese enfoque ecológico. Por eso no ha habido una escuela de historiadores marxistas ecológicos»; [pp. 126-130].

Texto 13
Producción ecosocialista orientada a la creación de valores de uso o producción capitalista para generar capital como valor

«En las formas precapitalistas (y postcapitalistas) de producción el fin de la actividad productiva es crear valores de uso, es decir, bienes o servicios capaces de satisfacer necesidades humanas. Frente a ello, lo característico del capitalismo ―como puso Marx de manifiesto en el libro primero de El capital― es la producción para la valorización del capital. [...] Nunca, pues, debe considerarse el valor de uso como fin directo del capitalista. Tampoco la ganancia aislada, sino el movimiento infatigable de la producción de ganancias [...]. Mientras que la producción precapitalista o postcapitalista tiene límites intrínsecos en la satisfacción de las necesidades, la producción capitalista de mercancías para incrementar la ganancia no conoce límite alguno. [...] Manuel Sacristán comentó: "[...] [en] una sociedad en la que lo que predomine no sea el valor de cambio sino el valor de uso, las necesidades no pueden expandirse indefinidamente. [...] uno puede tener indefinida necesidad del dinero, por ejemplo, o en general de valores de cambio, de ser rico, de poder más, pero no puede tener indefinidamente necesidad de objetos de uso como de valores de uso". Así, la compulsión a la creación continua de nuevos deseos de consumo ―para que no se detenga la rueda de la circulación mercantil― es intrínseca al capitalismo. En el capitalismo histórico, esto ha conducido a depredar los recursos naturales a un ritmo como nunca se había conocido antes en la historia de la humanidad, dañar a gran escala la biosfera y cosificar a los seres humanos y al resto de los seres vivos. Bajo relaciones de producción capitalistas, estamos obligados a correr sin descanso en una carrera enloquecida si simplemente queremos mantenernos donde estamos [...] ―¡y el resultado de esa carrera enloquecida es la destrucción del mundo! Tenemos que salir de este sistema»; [pp. 146-148].

Texto 14
Si una economía de guerra puede movilizar las voluntades y recursos con los que transformar el marco sociocultural humano, ¿cuánto mejor no será acudir a una planificación económica ecosocialista y evitarnos la guerra?

«Desde hace ya algunos años, autores hondamente preocupados por la magnitud y la velocidad de la transformación socioeconómica que sería necesaria para evitar despeñarnos en un abismo civilizatorio señalan que no podemos seguir pensando en términos de business as usual dentro del capitalismo, y que por ello sería necesario ir a una "economía de guerra". Así, por ejemplo, Lester R. Brown y sus colaboradores/as del Earth Policy Institute, quienes piden una movilización como en tiempos de guerra para salvar el clima: "Recortar las emisiones netas de CO2 un 80 por ciento para 2020 para estabilizar el clima implicará una movilización de recursos y una rotunda reestructuración de la economía global. La entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial ofrece un ejemplo inspirador en cuanto a una rápida movilización. El 6 de enero de 1942, transcurrido un mes desde el bombardeo de Pearl Harbor, el presidente Franklin D. Roosevelt utilizó su discurso del Estado de la Unión para anunciar los objetivos de producción de armas del país. [...] Desde principios de 1942 hasta el final de 1944, prácticamente no se produjeron coches en Estados Unidos. En vez de ello, la mayor concentración de poder industrial del mundo en ese momento ―la industria automovilística estadounidense― fue aprovechada para conseguir los objetivos de producción de armas de Roosevelt". [...] En el caso español, Antonio Turiel [...] calcula que sustituir los aproximadamente 6 exajulios de energía primaria usada anualmente en España por fuentes renovables implicaría instalar un terawatio eléctrico [...], de modo que las necesidades de capital de esta transformación se elevarían a 4'12 billones de dólares: tres veces el PIB de España. Si se adoptase una "economía de guerra" que permitiese destinar el 10 por ciento del PIB cada año para sufragar esa transición hacia uno de los rasgos básicos de una sociedad sostenible (un sistema energético sostenible), y suponiendo que el territorio nacional pudiese proporcionar toda esa energía renovable [...], se necesitarían 32 años para completar la transformación [...]. El propio Turiel comenta: "es evidente que, en el marco de un sistema de economía de mercado, el capital privado no acometerá una inversión tan grandiosa y de tan dudosa o nula rentabilidad". Lo que uno se pregunta es: si se reconoce que respetar las exigencias de rentabilidad de los capitales privados es incompatible con la preservación de una biosfera habitable, ¿por qué no hablar a las claras de ecosocialismo, en lugar de emplear el eufemismo "economía de guerra"? Nunca la necesidad objetiva de ecosocialismo fue tan grande como hoy, cuando nos asomamos al abismo de un colapso civilizatorio... Pero, al mismo tiempo, parecen lejísimas de madurar las condiciones subjetivas para avanzar hacia una sociedad así, después de tres decenios de neoliberalismo-neoconservadurismo y del fracaso del experimento pseudosocialista de la URSS y sus países satélites. Tal es la tragedia que caracteriza a nuestro tiempo»; [pp. 150-152].

Texto 15
Una economía ecosocialista sería una economía homeostática, esto es, no fundada en la acumulación de capital y desligada de la "industria" financiera

«Una economía ecosocialista rechazará los objetivos de expansión constante, de crecimiento perpetuo, que han caracterizado al capitalismo histórico. Será, por consiguiente, una steady state economy: un "socialismo de estado estacionario" (quizá fuese mejor traducir steady state economy por economía homeostática). La manera más grave de describirla sería: todos se orienta a buscar lo suficiente en vez de perseguir siempre más. Pero, como señala Ted Trainer: [...] "Si nos deshacemos del crecimiento, no puede haber pagos con intereses. Si hay que devolver más de lo que se prestó o invirtió, en ese caso la cantidad total crecerá inevitablemente con el tiempo. La actual economía depende literalmente del pago con intereses de un modo u otro, una economía sin pago con intereses debería de disponer de mecanismos totalmente diferentes para llevar a cabo muchos procesos. Así pues, hay que descartar casi la totalidad de la 'industria' financiera, y sustituirla por disposiciones mediante las cuales pueda disponerse de dinero, prestarlo, invertirlo, sin aumentar la riqueza de quien lo presta". [...] En los mercados capitalistas se produce, vende e invierte con el objetivo de maximizar los beneficios, y la rueda de la acumulación de capital no cesa de girar. En una economía ecosocialista se perseguiría, por el contrario, el equilibrio: habría que pensar en algo así como una economía de subsistencia modernizada, con producción industrial pero sin crecimiento constante de la misma. [...] En una economía sin crecimiento material de la producción, sin generación de intereses, la operación básica es el intercambio de bienes y servicios equivalentes: el don y los comportamientos de reciprocidad tendrían un destacadísimo papel»; [pp. 155-158].

Jorge Riechmann Fernández.

Texto 16
Para evitarnos la crisis sistémica y el colapso ecosocial se precisa cambiar tanto el modelo productivo como el marco de relaciones de producción

«Hoy, no cambiar no es una opción. Lo queramos o no, el mundo de dentro de veinte años se parecerá poco al que conocemos hoy. Hacemos frente a crisis que se entrelazan: y no resulta exagerado hablar de crisis sistémica. Así como de la amenaza de colapso ecosocial... La cuestión, entonces, no es si cambiamos o no, sino si lo hacemos por las buenas o por las malas. Y no deberíamos esquivar la pregunta: ¿se trata de cambios incrementables en lo que ya estamos haciendo... o de un cambio de modelo? [...] Como se sabe, los ministros de la UE acordaron en 2005 el objetivo de limitar el aumento de la temperatura media del planeta a no más de 2 °C por encima de los niveles preindustriales. Pero eso exigirá, para 2050, reducir las emisiones de GEI en los países ricos como mínimo entre un 60 y un 80 por ciento respecto a los niveles de 1990. Tal es, por lo demás, el objetivo que se dieron los países ricos del G-8 en su reunión del 10 de julio de 2009: reducción de un ochenta por ciento de las emisiones de GEI en 2050. Está claro que eso apunta hacia un cambio de modelo energético, y no hacia ningún conjunto de pequeños cambios incrementables. "[...] haría falta cambiar radicalmente el sistema económico, que no es lo bastante elástico para asimilar los cambios que se proponen como necesarios [...]. La aplicación estricta de las nuevas ecuaciones implicaría cambiar no sólo los hábitos de consumo, sino también el aparato productivo que sustenta la innovación y nutre el consumo". El capitalismo sólo puede funcionar creciendo. Y este planeta Tierra nuestro sólo puede seguir siendo habitable si la economía deja de crecer... necesitamos un cambio sistémico en la organización de nuestras economías, y eso es lo que hace al ecosocialismo una cuestión más urgente que nunca»; [pp. 175-176].

Texto 17
Sustentabilidad híbrida: biomímesis y ecoeficiencia más autocontención y precaución

«Biomímesis y ecoeficiencia son principios que se presentan sobre todo como respuestas a graves problemas técnicos (lo que podemos llamar el "problema de diseño", el mal diseño de los sistemas socioeconómicos humanos en términos de su compatibilidad con la biosfera). En cambio, autocontención (o suficiencia) y precaución son principios político-morales, y la idea de autocontención responde al "problema de escala" (excesivo tamaño de los sistemas socioeconómicos humanos en relación con la biosfera que los contiene). La suma de estrategias de ecoeficiencia [...] y estrategias biomiméticas (energías renovables, cerrar los ciclos de materiales, química verde, producción industrial limpia...) no es suficiente si no la acompañan estrategias de autolimitación, de autocontención. No podemos obviar el debate sobre la austeridad, por difícil que nos resulte enfocarlo. La autocontención no ha de concebirse como una propuesta de moderación individual del consumo, sino como proyecto de sociedad ("vivir bien con menos"), encauzado por poderes públicos democráticos. Entonces la idea de fondo en cuanto a la sustentabilidad es regular racionalmente el metabolismo entre naturaleza y sociedad. Esto, lo llamemos como lo llamemos, apunta a superar el déficit de regulación del capitalismo neoliberal-neoconservador mediante mecanismos de planificación democrática de la economía»; [pp. 180-181].

Texto 18
Alternativa socioeconómica para otro mundo posible: doce cambios necesarios y asequibles

«1. Reforma ecológica de la Contabilidad Nacional, para disponer de indicadores adecuados que permiten evaluar la economía en su comportamiento biofísico (más allá de la esfera del valor monetario). 2. Reforma fiscal ecológica, para "internalizar" una parte de los costes externos que hoy provoca nuestro insostenible modelo de producción y consumo. La figura central sería un fuerte ecoimpuesto sobre los combustibles fósiles. Se haría en el marco de un 3. "nuevo contrato fiscal" que globalmente aumentaría la tributación de las rentas altas y del capital, y pondría más recursos en el sector público (y desde luego eliminaría los paraísos fiscales). 4. Reducción de la escala física de la economía hasta los límites de sustentabilidad. Economía "de estado estacionario" en ese sentido (no necesariamente en cuanto a la "creación de valor"). 5. Reducción del tiempo de trabajo, buscando las condiciones para que esta medida se traduzca en nuevo empleo (ello dista de ser automático). Trabajar menos (solidaridad social) y consumir menos bienes destructores de recursos escasos (solidaridad internacional e intergeneracional) para trabajar todos y todas, y consumir de otra forma. 6. "Tercer sector" de utilidad social, semipúblico, para atender a las demandas insatisfechas (por ejemplo, las que se refieren a la "crisis del cuidado". 7. "Segunda nómina" que el Estado abonaría a los asalariados que no trabajasen a jornada completa o lo hicieran por debajo de un salario mínimo decente. 8. Intensa reducción de las disparidades salariales. 9. Socialización de una parte (al menos) del sistema de crédito. Banca pública fuerte. 10. Provisión de bienes y servicios públicos de calidad por una parte de un sector de la economía socializado: energía, transporte, comunicaciones, vivienda, sanidad, educación... 11. Infraestructuras para la sustentabilidad: energías renovables, transporte colectivo, ciudades y pueblos sostenibles... 12. Políticas activas de empleo; formación continuada a lo largo de toda la vida laboral; sistema renovados de recalificación profesional»; [pp. 184-185].

Texto 19
La economía de una sociedad sostenible y, por lo tanto, no fosilista, supone un revulsivo para el sector agropecuario, que aumentaría su peso porcentual tanto en el marco del PIB como en el de la población total empleada

«Si en los albores de la Revolución Industrial el sector primario ocupaba aproximadamente los 3/4 o los 4/5 de la población activa, en los países más desarrollados la proporción ha descendido por debajo de 1/10 e incluso 1/20, hasta llegar ―ya en los años noventa del siglo XX― a los extremos de Alemania (con un sector agroganadero del 2'4 por ciento de la población activa), EE UU (2 por ciento), Gran Bretaña (1'8 por ciento) o Bélgica (1'5 ciento). Pero en la medida en que avanzar hacia una sociedad sostenible supone pasar de una sociedad industrial basada en las riquezas del subsuelo (minerales y combustibles fósiles) a otra que se apoye más en los recursos renovables de la biosfera, la contracción del sector primario debe cesar, y transformarse en expansión. Por una parte, una agricultura respetuosa con el medio ambiente y con la calidad de sus productos, que renuncie al exceso de agroquímicos, es más intensiva en trabajo humano que la agricultura "industrial-minera" practicada en la actualidad. En promedio, la producción ecológica requiere un 30 por ciento más de fuerza de trabajo que los métodos convencionales equivalentes. "Si demandáramos un ciento por ciento de nuestra alimentación a partir de productos obtenidos de forma ambientalmente correcta se podrían necesitar otros 500.000 nuevos agricultores, a sumar a los que deberían participar en la reforestación y transformación de la biomasa vegetal sobrante en fertilizantes orgánicos", ha escrito Joaquín Araújo»; [pp. 187-188].

Texto 20
La transformación desde el capitalismo hacia el ecosocialismo puede no ser brusca, a la manera leninista, por lo que no debe perder de vista sus objetivos intermedios

«¿Cómo avanzar desde nuestro insostenible presente hacia una sociedad ecosocialista? El marxista estadounidense Eric Olin Wright, tras recordar que la idea marxista tradicional del socialismo era que se requería una ruptura brusca, una revolución que adopta la forma de discontinuidad completa, duda de la pertinencia de seguir pensando en estos términos: "Esto, en el mundo actual, me parece una fantasía. No puedo imaginarme cómo podría esto ocurrir en EE UU o la Unión Europea, e incluso en países pobres, menos desarrollados, no parece que pueda ser posible en la época actual. Por lo tanto, tenemos que pensar en alternativas". Wright continúa señalando que desde el marxismo clásico se ha pensado en la cuestión de la transformación de dos formas contrapuestas. La transición del capitalismo al socialismo se veía como radical ruptura revolucionaria entre dos órdenes sociales incompatibles; por el contrario, en la transición del feudalismo al capitalismo se veía el segundo emerger gradualmente, en un largo proceso, de los intersticios del orden feudal. "Un futuro viable para una transición al socialismo es mucho más probable que tenga el carácter de la anterior transición [desde el feudalismo] que la idea leninista de una ruptura masiva e intensa. [...] Esta es una visión de una transición al socialismo sin un destino preestablecido. Está guiada por un firme compromiso con los valores socialistas: igualdad, comunidad, democracia radical, pero no proporciona un plano de las instituciones del destino final. Las instituciones que pueden llegar eventualmente a constituir el nuevo 'socialismo' surgen de un proceso de innovación social y lucha que comienza dentro del capitalismo e intenta desgastar el poder sin límites del capital y la lógica del capitalismo durante un tiempo de duración no especificada". [...] En suma: deberíamos pensar en: movimientos sociales guiados por valores ecosocialistas (sustentabilidad, igualdad, comunidad) hacia los objetivos lejanos; y aunque el destino final permanezca indeterminado (en cuanto a su configuración institucional concreta), en cada cruce de caminos debe estar claro cuál es la siguiente etapa: para ello se fijan objetivos de alcance medio (para alcanzar los cuales se traman programas alternativos de alcance medio, como ya propuse hace años)»; [pp. 189-191].

Texto 21
Frente a la acción parasitaria de la banca privada y el poder financiero, debemos desprivatizar la creación de dinero que posibilitan los préstamos y anclar la economía en su base biofísica

«[...] la raíz de la crisis financiera y económica que comenzó en 2007 se halla en un sector financiero y bancario que ha adquirido un tamaño descomunal, y que ha acumulado pérdidas en sus operaciones especulativas (primero en EE UU con las "hipotecas locas" y luego en Europa, con sus burbujas inmobiliarias y otros riesgos). [...] La banca privada no sabe de sustentabilidad, de largo plazo, de justicia ni de interés social. Pero sin un sistema de crédito al servicio del interés general, que permita reorientar la inversión hacia la transformación socioecológica que precisamos, no hay posibilidad de alejarnos del abismo. Necesitamos la socialización de la banca ―no sólo por eficiencia económica, no sólo por justicia social, no sólo para salir de la crisis económica: también por interés de supervivencia. [...] En 2007, el mundo se vio sacudido por el estallido de varias "burbujas" inmobiliarias nacionales (señaladamente en EE UU y en España). En 2008, una arrasadora "burbuja financiera" global estalló, llevándose por delante buena parte de la ficticia "creación de valor" de los dos decenios anteriores, y atizando las llamas de una crisis económica generalizada. [...] No cuesta mucho concluir, a estas alturas, que los mercados desregulados, lejos de tender a un equilibrio, se pierden en dinámicas especulativas de consecuencias devastadoras para la gente y para los ecosistemas. Se habla de "crimen organizado" y mucha gente piensa en algo así como lejanas mafias... Pero el funcionamiento ordinario de esta economía es crimen organizado. [...] El capital financiero se ha impuesto sobre el capital industrial clásico, y sobre el conjunto de la sociedad, hasta extremos imposibles de imaginar hace sólo algunos decenios. Ello es fuente de problemas tan graves que deberíamos ver semejante situación como una patología. [...] hay que ver esta situación como una suerte de patológica elefantiasis: "Es imposible exagerar la total idiotez de la maquinaria financiera durante la última década. Un genio maligno no hubiera sido capaz de diseñar una estructura más propensa al desastre". [...] ¿A cuántos genios de las finanzas hemos visto en la cárcel, tras el desastre de 2008? No sólo no han respondido ―salvo en casos puntuales como el de Islandia― por los desmanes cometidos, sino que han rehecho rápidamente su poder e incluso lo han reforzado: un poder que tiende a convertir a los gobiernos electos en títeres a su servicio. [...] "No es normal" ―dice Nicolas Hulot, el político ecologista francés― "que lo financiero haya construido un sistema para existir al margen de la economía real". Pero lo anormal resulta de hecho todavía más aberrante: lo financiero trata de esquivar cualquier control político-social, pero no por ello deja de parasitar la economía "real". [...] Las finanzas, escribe Michael Hudson, se han convertido en la nueva forma de la guerra, "menos ostensiblemente sangrienta, pero con los mismos objetivos que las invasiones vikingas de hace siglos y las posteriores conquistas coloniales de Europa: apropiación de las tierras y sus recursos naturales, infraestructuras y cualquier otro activo que pueda proporcionar una vía de ingresos". [...] El dinero no es una mercancía como las demás [...]. La adecuada provisión de crédito es una función de la economía que ha de entenderse como un servicio público, igual que la educación o la sanidad. Tal servicio no debe estar deformado por la búsqueda capitalista de beneficio. [...] El sistema de crédito, en una sociedad decente, no puede ser asunto de la banca privada. Conceder crédito a ciertos proyectos, y negárselo a otros, es lo que en cada momento determinará en alta medida el futuro económico-social de nuestros países. [...] Tenemos al menos dos prioridades: desprivatizar la creación de dinero (lo cual significaría avanzar decisivamente en la "desfinanciarización" de la economía) y anclar sólida y sosteniblemente la economía productiva en su base biofísica. [...] Hace falta control social de la inversión para poder reorientar la economía hacia la sustentabilidad [...]. De ahí la necesidad de una banca pública fuerte, con función planificadora (de manera descentralizada, a través de la concesión de crédito) para una economía ecosocialista»; [pp. 201-211].

Texto 22
Un ecosocialismo en sintonía con Marx aspira a la abolición de las grandes ciudades

«Algo que quizás sorprenda a mucha gente que se sitúa bajo tradiciones productivistas de la izquierda es cómo Marx y Engels dieron por hecha la disolución del antagonismo ciudad-campo bajo el socialismo-comunismo. En efecto, respecto a lo que hoy llamaríamos urbanismo y ordenación del territorio hay un punto de vista "protoecológico" en los padres fundadores del marxismo. "Tanto Marx como Engels han considerado cosa obvia que en una sociedad socialista las grandes ciudades tienen que ser abolidas [...]; 'Ciertamente ―escribe Engels, sin duda de acuerdo con Marx, que ha colaborado en el libro [en el Anti-Dühring]― la civilización nos ha dejado con las grandes ciudades una herencia que costará mucho tiempo y trabajo eliminar; pero las grandes ciudades tienen que ser eliminadas, y lo serán, aunque se trate de un proceso lento'". Una de las razones fundamentales para que así tenga que ocurrir es que la producción capitalista hace predominar la población urbana, a la que acumula en grandes centros; con eso acumula potencial revolucionario, pero, al mismo tiempo "dificulta el intercambio entre el ser humano y la naturaleza"»; [p. 232].

Jorge Riechman Fernández.

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